*Esos son los restos y últimas páginas del parte de servicios, dejado por el empleado de mantenimiento informático y encontrado en el asiento 33 C del Jumbo a Papeetee accidentado en Jartoum, tras su huida del escenario en el caso Zabala Pons. Los resultados no son aún concluyentes, pero las pistas parecen indicar que el gabinete corporativo Zabala Pons contrató los servicios técnicos de una Sociedad Limitada para supervisar el funcionamiento de sus sistemas informáticos y ésta envió al empleado, que en un momento de alteración acabó con la vida de ambos socios y, posiblemente, con la del comisario Espinosa que investigaba el asesinato de un tercero sin identificar:*
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Día 15 -. Mis pecados ya han sido revelados a la computadora del despacho de los señores Zabala Pons, que vine a arreglar porque según ellos "no funcionaba bien", y en este momento aparentemente descansa. La habitación recupera su temperatura otra vez después de pasar varios días sintiendo el recorrido en mi espinazo de las convulsiones causados por un frío sobrecogedor que parecía surgir desde la misma voluntad de la estancia. Agradezco una tregua en este tormento infernal que me hiela los huesos y me resta las energías. El sueño me vence ahora que mis músculos se relajan y dejan de sacudirse entregados involuntariamente a los espasmos y al tembleque provocados por el fenómeno que ha bajado la temperatura. Mis párpados ganan su lucha por cerrase y apenas acierto a entrever el teclado, creo que la máquina también está agotada y yo debería aprovechar este momento para asestarle un golpe definitivo...
Día 17 -. He salido del sueño sobresaltado por la música de inicio de Windows atronando a través de los altavoces de la máquina, parece que el ordenador también se acababa de despertar en este momento. Me ha visto en cuanto se han cargado los iconos de acceso directo en el escritorio y entonces ha escupido un disquete de 3 1/2 que ha golpeado con dureza mi menisco derecho. No debo caer en sus provocaciones ni dejar que me debiliten sus bravatas. Llamaré al Padre Francisco de Olaya que está estos días en mi parroquia recopilando la información obtenida durante sus investigaciones arqueológicas en el Valle del Deokaoka, donde encontró las manifestaciones más antiguas de posesión cibernética en el Pacífico Sur y que ahora pueden ser de valiosa ayuda para desinstalar el firewall o troyano que vuelve loca a esta computadora. Aún no me atrevo a pensar en la solución por exorcismo, pero las propias circunstancias conducen a este tipo de conclusiones. El Padre Francisco de Olaya me ha dicho que llegará a la hora de la merienda... ¡De la merienda! Dios mío, he pasado más de treinta y seis horas durmiendo...
Día 18 -. Ayer llegó el Padre Francisco de Olaya a la hora convenida, le invité a entrar, le enseñé el cuarto y la computadora tendida sobre su mueble a la que estudió un rato, le ofrecí comida, pero la rechazó. Luego, le pregunté si quería algo de beber para romper el hielo y me pidió una Coca-Cola. Yo tomé un Actimel, y para entablar conversación me interesé por los recientes ritos de apareamiento y desfloración descubiertos entre los Kikihimi en las islas micronesias, él enseguida demostró estar más interesado por el fútbol y que en especial era gran admirador de la Selección Española. Sin intención de contrariarle, quise averiguar qué cosa veía un anciano, sabio y venerable como él, digna de admiración en las alineaciones de un equipo nacional que no ha pasado nunca de cuartos en un mundial, y la computadora pareció añadirse a la conversación programando en Cobol escrito al revés un fondo de pantalla con el Gol de Marcelino. El Padre Francisco de Olaya trató de dar sus razones, pero el ordenador y yo no quedamos convencidos. La charla se prolongó y nos fuimos a dormir a las tantas sin tener tiempo para nada más. Por la mañana, he despertado al Padre Francisco de Olaya y después de reconocer con convicción que la Selección Española merece otra oportunidad para que me hablara, le he explicado sin más preámbulos los detalles del asunto por el que le había hecho venir y le he dicho lo mucho que necesitaba su colaboración. Si todas las evidencias que le había presentado no eran suficientes, ahora él mismo podía ver cómo la CPU programaba en lenguajes arcaicos y hacía girar 360º el monitor. Ha prometido prestarme ayuda y que se quedaría al cargo de la situación mientras yo salía a comprar tinta para la impresora, que no deja de escupir papeles en blanco donde deberían mostrarse maldiciones horribles.
Día 19 -. Como ayer llegué a la tienda cuando ya estaba cerrada, hice mi pedido a través de www.virtualmarket.es en un cibercafé. Estas dos últimas semanas en el despacho de los Zabala Pons me habían hecho olvidar que existen ordenadores dóciles y manejables dispuestos a responder al más leve click del usuario con el ratón. Añorando mi propio PC, me entregué negligentemente a la nostalgia con aquel artefacto de alquiler, abriendo sus submenús, pinchando sus iconos o bloqueando y desbloqueando las mayúsculas. Me cogió sueño acariciando aquellas teclas sumisas y acabé durmiendo ocho horas de un tirón. Luego, he despertado dando un bote porque el encargado, que me ha traído café, quería que saldara la factura de mi conexión, porque "tenía que cerrar caja", pero que a continuación no le importaba que "siguiera roncando". Al usar todo cuanto llevaba para efectuar el pago de mi costosa siesta y abonar lo que me exigía el motorista que me ha traído la tinta, el regreso he tenido que hacerlo andando. A mi vuelta, he abierto la puerta del despacho de los Zabala Pons para topar con el cuerpo del Padre Francisco de Olaya apoyado en un rincón, encogido sobre sí mismo, cuya mirada perdida en el abismo del dolor profundo estaba empapada en lágrimas de amargura. Por los altavoces de la computadora salía la voz de su madre muerta recientemente que le decía "ponte un jerseeey... ponte un jerseeeey...". He cogido de su mano el Optic Cleaner Bendito y he rociado el filtro protector de la pantalla hasta que ha quedado bien transparente, el ordenador en respuesta ha abierto y cerrado el compartimento del CD golpeando repetidamente mi abdomen mientras me deslumbraba con la luz del escáner. Entonces, aprovechando que yo había caído de espaldas, ha empezado a instalar obscenamente sistemas operativos freeware sobre Windows y girando la pantalla hacia mí me ha dicho, "¿Has visto lo que ha hecho el cochino del ordenador?". He recogido al Padre Francisco de Olaya del suelo y hemos salido de la habitación, le he puesto un jersey de los Zabala Pons sobre la sotana, porque no dejaba de golpearse los hombros como si tuviera frío, he vuelto a entrar y he cargado la impresora con el cartucho de tinta. De inmediato, los papeles han empezado a brotar con los códigos más íntimos del kernell32 convertidos en símbolos cabalísticos y la CPU ha levitado. Me ha costado no sin esfuerzo que bajara arrojándole Optic Cleaner Bendito y exhortándola en el nombre Bill Gates con insistencia y pasión. Desde entonces el ordenador realiza scandisk’s y desfragmentaciones satánicas en su disco duro mientras por los altavoces suena el MIDI con la música de La Pantera Rosa. No creo que hoy se registre ningún incidente más.
Día 20 -. Esta noche me ha despertado el ruido que han hecho los cristales de la ventana cuando el Padre Francisco de Olaya los ha roto al arrojarse a la calle. El despacho de los Zabala Pons está en una quinta planta, por lo que pienso que ya no podré contar con su ayuda en adelante. Estoy seguro de que el responsable ha sido el ordenador, pero parece determinado a no dar ninguna señal de actividad y permanece en Stand By, mostrando incluso como salvapantallas la fotografía de una dulce anciana tejiendo gruesas prendas de lana en una aparente y plácida normalidad. Desde entonces los Zabala Pons me miran con algo de desconfianza y la Policía, que vino a investigar los hechos, me interroga incesantemente.
Día 23 -. Ayer y anteayer, estuve retenido prestando declaración en la comisaría y hoy me han dejado salir por falta de evidencias, pero advertido de que no puedo abandonar el país durante un tiempo. Al llegar al despacho de los Zabala Pons ha pasado algo terrible, a parte del grito que han dado los Zabala Pons al verme. Cuando estaba en la habitación con el ordenador, ha entrado el Comisario que lleva la investigación de la muerte del Padre Francisco de Olaya y la computadora le ha seccionado el cuello lanzando desde la impresora una hoja de canto, con la que ha separado la cabeza del Comisario del resto de su cuerpo, y a continuación se ha conectado On Line para hacerme mirar los pechos de distintas famosas que aparecían en su pantalla, mientras evocaba por los altavoces diferentes pasajes obscenos y pecaminosos de mi pasado invitándome lascivamente a ser uno de “Nosotros”. La única forma de salvar a aquel ordenador era que el espíritu maligno que habitaba en él le abandonara y me poseyera a mí, momento en el que yo me suicidaría arrojándome como el Padre Francisco de Olaya por la ventana, pero justo cuando en la pantalla salía Sara Montiel, desnuda, comiendo una papaya que le ofrecía un mandril con corbata y yo abrazaba el monitor instando al PC con frenesí y dando voces de que “¡Poséeme, poséeme!”, he sido sorprendido por Zabala y por Pons que se han llevado muy mala impresión de mí. El señor Zabala se ha encolerizado bastante porque ya estaba harto de soportar en su negocio “la presencia de este condenado engendro quimérico”, lo cual es normal si se refería a que tiene poseído el ordenador por un demonio, momento que el habitante de la computadora ha aprovechado para abandonarla e instalarse en él. Entonces, el señor Zabala tras entrar en trance diabólico ha vomitado mocos verdes sobre su socio, el señor Pons, y lo ha arrojado a través de la ventana sin hacer añicos los cristales, porque ya los había roto el Padre Francisco de Olaya cuando él mismo se lanzó al vacío y aún nadie se había preocupado de repararlos. En ese momento, yo he hecho todo lo posible por reducir al señor Zabala mediante bruscos empujones para acabar con la posesión maligna que le poseía y que amenazaba con hacer volar hasta el pavimento de la calle también a la máquina, pero mi esfuerzo en exceso le ha hecho saltar a él por la ventana. Desconcertado todavía por los acontecimientos, he podido apagar por fin el ordenador para que descanse, no recuerda nada y es mejor así. Lo he dejado en el despacho de los Zabala Pons confiando en que los nuevos dueños lo adopten y sepan hacer buen uso de sus prestaciones electrónicas. Mientras, yo hago las maletas pensando en recorrer el mundo, siguiendo la llamada de las Misiones con la esperanza de encontrar entre los nativos de diferentes culturas un refugio que me hace mucha falta.
Último día -. Me pongo peluca, me pego un bigote, me cubro con una gabardina y cojo un taxi que me lleve al aeropuerto. Doy cuenta de un mixto en el restaurante de la terminal para hacer tiempo, se me cae el bigote y me lo vuelvo a pegar. Facturo la maleta, paso el control aduanero y subo al avión. El avión despega, la gente apaga los móviles, las azafatas gesticulan con un salvavidas alrededor del cuello mientras sobrevolamos las nubes y, de pronto, por los altavoces se escucha el eco de una interferencia que da paso a la voz del difunto Padre Francisco de Olaya. Habla desde el más allá, entre un fragor de rayos y diversas apariciones marianas anuncia el fin del mundo y para confortar nuestras almas nos desea un “buen vuelo”. Entre el pasaje cunde el pánico y yo mismo rompo a gritar...
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Día 15 -. Mis pecados ya han sido revelados a la computadora del despacho de los señores Zabala Pons, que vine a arreglar porque según ellos "no funcionaba bien", y en este momento aparentemente descansa. La habitación recupera su temperatura otra vez después de pasar varios días sintiendo el recorrido en mi espinazo de las convulsiones causados por un frío sobrecogedor que parecía surgir desde la misma voluntad de la estancia. Agradezco una tregua en este tormento infernal que me hiela los huesos y me resta las energías. El sueño me vence ahora que mis músculos se relajan y dejan de sacudirse entregados involuntariamente a los espasmos y al tembleque provocados por el fenómeno que ha bajado la temperatura. Mis párpados ganan su lucha por cerrase y apenas acierto a entrever el teclado, creo que la máquina también está agotada y yo debería aprovechar este momento para asestarle un golpe definitivo...
Día 17 -. He salido del sueño sobresaltado por la música de inicio de Windows atronando a través de los altavoces de la máquina, parece que el ordenador también se acababa de despertar en este momento. Me ha visto en cuanto se han cargado los iconos de acceso directo en el escritorio y entonces ha escupido un disquete de 3 1/2 que ha golpeado con dureza mi menisco derecho. No debo caer en sus provocaciones ni dejar que me debiliten sus bravatas. Llamaré al Padre Francisco de Olaya que está estos días en mi parroquia recopilando la información obtenida durante sus investigaciones arqueológicas en el Valle del Deokaoka, donde encontró las manifestaciones más antiguas de posesión cibernética en el Pacífico Sur y que ahora pueden ser de valiosa ayuda para desinstalar el firewall o troyano que vuelve loca a esta computadora. Aún no me atrevo a pensar en la solución por exorcismo, pero las propias circunstancias conducen a este tipo de conclusiones. El Padre Francisco de Olaya me ha dicho que llegará a la hora de la merienda... ¡De la merienda! Dios mío, he pasado más de treinta y seis horas durmiendo...
Día 18 -. Ayer llegó el Padre Francisco de Olaya a la hora convenida, le invité a entrar, le enseñé el cuarto y la computadora tendida sobre su mueble a la que estudió un rato, le ofrecí comida, pero la rechazó. Luego, le pregunté si quería algo de beber para romper el hielo y me pidió una Coca-Cola. Yo tomé un Actimel, y para entablar conversación me interesé por los recientes ritos de apareamiento y desfloración descubiertos entre los Kikihimi en las islas micronesias, él enseguida demostró estar más interesado por el fútbol y que en especial era gran admirador de la Selección Española. Sin intención de contrariarle, quise averiguar qué cosa veía un anciano, sabio y venerable como él, digna de admiración en las alineaciones de un equipo nacional que no ha pasado nunca de cuartos en un mundial, y la computadora pareció añadirse a la conversación programando en Cobol escrito al revés un fondo de pantalla con el Gol de Marcelino. El Padre Francisco de Olaya trató de dar sus razones, pero el ordenador y yo no quedamos convencidos. La charla se prolongó y nos fuimos a dormir a las tantas sin tener tiempo para nada más. Por la mañana, he despertado al Padre Francisco de Olaya y después de reconocer con convicción que la Selección Española merece otra oportunidad para que me hablara, le he explicado sin más preámbulos los detalles del asunto por el que le había hecho venir y le he dicho lo mucho que necesitaba su colaboración. Si todas las evidencias que le había presentado no eran suficientes, ahora él mismo podía ver cómo la CPU programaba en lenguajes arcaicos y hacía girar 360º el monitor. Ha prometido prestarme ayuda y que se quedaría al cargo de la situación mientras yo salía a comprar tinta para la impresora, que no deja de escupir papeles en blanco donde deberían mostrarse maldiciones horribles.
Día 19 -. Como ayer llegué a la tienda cuando ya estaba cerrada, hice mi pedido a través de www.virtualmarket.es en un cibercafé. Estas dos últimas semanas en el despacho de los Zabala Pons me habían hecho olvidar que existen ordenadores dóciles y manejables dispuestos a responder al más leve click del usuario con el ratón. Añorando mi propio PC, me entregué negligentemente a la nostalgia con aquel artefacto de alquiler, abriendo sus submenús, pinchando sus iconos o bloqueando y desbloqueando las mayúsculas. Me cogió sueño acariciando aquellas teclas sumisas y acabé durmiendo ocho horas de un tirón. Luego, he despertado dando un bote porque el encargado, que me ha traído café, quería que saldara la factura de mi conexión, porque "tenía que cerrar caja", pero que a continuación no le importaba que "siguiera roncando". Al usar todo cuanto llevaba para efectuar el pago de mi costosa siesta y abonar lo que me exigía el motorista que me ha traído la tinta, el regreso he tenido que hacerlo andando. A mi vuelta, he abierto la puerta del despacho de los Zabala Pons para topar con el cuerpo del Padre Francisco de Olaya apoyado en un rincón, encogido sobre sí mismo, cuya mirada perdida en el abismo del dolor profundo estaba empapada en lágrimas de amargura. Por los altavoces de la computadora salía la voz de su madre muerta recientemente que le decía "ponte un jerseeey... ponte un jerseeeey...". He cogido de su mano el Optic Cleaner Bendito y he rociado el filtro protector de la pantalla hasta que ha quedado bien transparente, el ordenador en respuesta ha abierto y cerrado el compartimento del CD golpeando repetidamente mi abdomen mientras me deslumbraba con la luz del escáner. Entonces, aprovechando que yo había caído de espaldas, ha empezado a instalar obscenamente sistemas operativos freeware sobre Windows y girando la pantalla hacia mí me ha dicho, "¿Has visto lo que ha hecho el cochino del ordenador?". He recogido al Padre Francisco de Olaya del suelo y hemos salido de la habitación, le he puesto un jersey de los Zabala Pons sobre la sotana, porque no dejaba de golpearse los hombros como si tuviera frío, he vuelto a entrar y he cargado la impresora con el cartucho de tinta. De inmediato, los papeles han empezado a brotar con los códigos más íntimos del kernell32 convertidos en símbolos cabalísticos y la CPU ha levitado. Me ha costado no sin esfuerzo que bajara arrojándole Optic Cleaner Bendito y exhortándola en el nombre Bill Gates con insistencia y pasión. Desde entonces el ordenador realiza scandisk’s y desfragmentaciones satánicas en su disco duro mientras por los altavoces suena el MIDI con la música de La Pantera Rosa. No creo que hoy se registre ningún incidente más.
Día 20 -. Esta noche me ha despertado el ruido que han hecho los cristales de la ventana cuando el Padre Francisco de Olaya los ha roto al arrojarse a la calle. El despacho de los Zabala Pons está en una quinta planta, por lo que pienso que ya no podré contar con su ayuda en adelante. Estoy seguro de que el responsable ha sido el ordenador, pero parece determinado a no dar ninguna señal de actividad y permanece en Stand By, mostrando incluso como salvapantallas la fotografía de una dulce anciana tejiendo gruesas prendas de lana en una aparente y plácida normalidad. Desde entonces los Zabala Pons me miran con algo de desconfianza y la Policía, que vino a investigar los hechos, me interroga incesantemente.
Día 23 -. Ayer y anteayer, estuve retenido prestando declaración en la comisaría y hoy me han dejado salir por falta de evidencias, pero advertido de que no puedo abandonar el país durante un tiempo. Al llegar al despacho de los Zabala Pons ha pasado algo terrible, a parte del grito que han dado los Zabala Pons al verme. Cuando estaba en la habitación con el ordenador, ha entrado el Comisario que lleva la investigación de la muerte del Padre Francisco de Olaya y la computadora le ha seccionado el cuello lanzando desde la impresora una hoja de canto, con la que ha separado la cabeza del Comisario del resto de su cuerpo, y a continuación se ha conectado On Line para hacerme mirar los pechos de distintas famosas que aparecían en su pantalla, mientras evocaba por los altavoces diferentes pasajes obscenos y pecaminosos de mi pasado invitándome lascivamente a ser uno de “Nosotros”. La única forma de salvar a aquel ordenador era que el espíritu maligno que habitaba en él le abandonara y me poseyera a mí, momento en el que yo me suicidaría arrojándome como el Padre Francisco de Olaya por la ventana, pero justo cuando en la pantalla salía Sara Montiel, desnuda, comiendo una papaya que le ofrecía un mandril con corbata y yo abrazaba el monitor instando al PC con frenesí y dando voces de que “¡Poséeme, poséeme!”, he sido sorprendido por Zabala y por Pons que se han llevado muy mala impresión de mí. El señor Zabala se ha encolerizado bastante porque ya estaba harto de soportar en su negocio “la presencia de este condenado engendro quimérico”, lo cual es normal si se refería a que tiene poseído el ordenador por un demonio, momento que el habitante de la computadora ha aprovechado para abandonarla e instalarse en él. Entonces, el señor Zabala tras entrar en trance diabólico ha vomitado mocos verdes sobre su socio, el señor Pons, y lo ha arrojado a través de la ventana sin hacer añicos los cristales, porque ya los había roto el Padre Francisco de Olaya cuando él mismo se lanzó al vacío y aún nadie se había preocupado de repararlos. En ese momento, yo he hecho todo lo posible por reducir al señor Zabala mediante bruscos empujones para acabar con la posesión maligna que le poseía y que amenazaba con hacer volar hasta el pavimento de la calle también a la máquina, pero mi esfuerzo en exceso le ha hecho saltar a él por la ventana. Desconcertado todavía por los acontecimientos, he podido apagar por fin el ordenador para que descanse, no recuerda nada y es mejor así. Lo he dejado en el despacho de los Zabala Pons confiando en que los nuevos dueños lo adopten y sepan hacer buen uso de sus prestaciones electrónicas. Mientras, yo hago las maletas pensando en recorrer el mundo, siguiendo la llamada de las Misiones con la esperanza de encontrar entre los nativos de diferentes culturas un refugio que me hace mucha falta.
Último día -. Me pongo peluca, me pego un bigote, me cubro con una gabardina y cojo un taxi que me lleve al aeropuerto. Doy cuenta de un mixto en el restaurante de la terminal para hacer tiempo, se me cae el bigote y me lo vuelvo a pegar. Facturo la maleta, paso el control aduanero y subo al avión. El avión despega, la gente apaga los móviles, las azafatas gesticulan con un salvavidas alrededor del cuello mientras sobrevolamos las nubes y, de pronto, por los altavoces se escucha el eco de una interferencia que da paso a la voz del difunto Padre Francisco de Olaya. Habla desde el más allá, entre un fragor de rayos y diversas apariciones marianas anuncia el fin del mundo y para confortar nuestras almas nos desea un “buen vuelo”. Entre el pasaje cunde el pánico y yo mismo rompo a gritar...
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