I'M NOT THERE. TODD HAYNES



Por Ibán Manzano Prieto


La veda está abierta. ¿Será I´m not there, de Todd Haynes, la película de culto del año?, ¿Era preciso su juego de múltiples actores para dar vida acertadamente a un grande como Bob Dylan? Para la primera pregunta tendremos que esperar un poco a juzgar por nosotros mismos, en cambio, para la segunda ya tenemos algún indicio. La reciente victoria de Cate Blanchett en Venecia, con Copa Volpi bajo el brazo incluida, parece dejar muy claro que la idea de los múltiples rostros para Dylan fue tan necesaria como ajustada. Lo que sigue a continuación, aquí abajo, es un deseo, nacido del amor por Dylan y por el cine, sobre lo que debería ser I´m not there para alcanzar de verdad la categoría de culto que tanto persigue.

Ajado, desgastado, con sus largas uñas pintadas de negro y unas buenas greñas asomando bajo el sombrero de cowboy, Bob Dylan acabó 37 años después el concierto que se había dejado a medias en Newport en el 65. Entonces no le quedó otra que salir por patas ante el abucheo generalizado que se ganó por entonar los viejos ritmos de un buen sonido folk con una Fender bajo el brazo. Eran los años en que al tiempo que su música se volvía más eléctrica, las letras de sus canciones se alejaban definitivamente de los himnos-protesta con los que se había erigido voz de toda una generación. Una fuga hacia delante en su carrera que como muchas otras fue tachada de ser una concesión a no se sabe muy bien qué. El fin del Dylan contestatario, el aspecto del Dylan rockero, los insultos del Dylan borracho al comité Tom Payne, el comportamiento del Dylan autista tras su accidente…Todas, actitudes bajo sospecha en su momento, que al igual que ocurre hoy con el tema de su autobiografía, o el interés personal en el documental de Scorsese y en la película que Todd Haynes ultima sobre su vida, han sido acusadas de no ser propias del Dylan de antaño. De esta última se sabe más bien poco, excepto que se titulara I´m not there y que en una desconcertante propuesta al Trovador de Minnesota le darán vida 7 actores distintos, entre los que se cuenta Cate Blanchett. Haynes tiene por delante la posibilidad de atrapar la esencia del gran renovador de la música moderna, algo realmente difícil porque como el propio Dylan afirma Yo sólo soy Bob Dylan cuando tengo que ser Bob Dylan. La mayor parte del tiempo quiero ser yo mismo. Bob Dylan nunca piensa sobre Bob Dylan. Yo no pienso en mí mismo como Bob Dylan. Es como dijo Rimbaud: Yo soy el otro. Por eso, sin conocer muy bien lo que se trae entre manos Haynes, su biopic se adivina un artefacto que necesita al menos de 7 caras para ponerle rostro a una figura que desde aquel originario concierto de Newport no ha parado quieta y entender de paso las decisiones, a priori caprichosas, de una carrera siempre hacia arriba, en constante metamorfosis. Transformaciones tan complejas que se necesita de un mínimo de 37 años para empezar a asimilarlas en toda su magnitud.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bob hace años que busca la manera de golpear en la puerta del Cielo para que se la abran. El pobre lo ha intentado incluso en el Vaticano, de ahí que en todo este tiempo su cara ha acabado por convertirse en motivo de comentario.

En el fondo, y salvando las diferencias que hacen de él un mito, nadie es diferente a Bob.