TERCIOPELO AZUL. David Lynch



30 años después de la mítica Terciopelo Azul... Lo único que no me gusta del Terciopelo Azul de David Lynch es que sus imágenes no brillan de verdad. Me explico. Compré la película hace unos años sin tener demasiada idea ni de qué iba, ni de quién era David Lynch. Únicamente me sentí atraído por su carátula que literalmente resplandecía. Todo en ella, desde los fotogramas del reverso hasta la tipografía de las letras, era la suma de unos colores intensísimos, muy contrastados, saturados al límite, cercanos a lo que debe de ser el terciopelo auténtico. Por eso al acabar de verla sentí una cierta decepción, por más espléndida que fuera su fotografía la película no relucía. Al menos en cuanto a su textura visual. Pero claro, eso sólo me pasó la primera vez. Volví a ver Terciopelo Azul y de alguna manera me pareció que condensaba el universo de Lynch mejor que cualquier otro trabajo de su filmografía, como si asimilara aquella máxima de que hay otros mundos y además están en este.

Ahora Terciopelo Azul sí que era deslumbrante en todos los sentidos. El universo que aparece por debajo de las vallas a lo Norman Rockwell, es decir el de los mafiosos, los secuestros, las orejas cercenadas y el sexo con respirador es el de ese mundo retorcido y sádico que habita en el nuestro. Pero curiosamente también es el más luminoso. Sus personajes son fogonazos de luz en medio de la tinieblas, que caminan a tientas, que iluminan la noche como lámparas de gas humanas. Después de todo no olvidemos que en esta película sobre la luz (y los pigmentos) los jilgueros no empiezan a cantar hasta que la oscuridad no ha desaparecido en su totalidad.

Es un mundo extraño. Cierto, pero con eso y con su tristeza es además un mundo bello (y tan resplandeciente como el mejor terciopelo)

P.D. Ahora siempre que revisiono la cinta subo al máximo el contraste del televisor.

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