
"Construir un poema es como meter la mano en el pecho, en la oscuridad, y sacar esa luz escondida que todos llevamos dentro"
Javier García Cellino es natural de La Felguera (Asturias). Es Licenciado en Derecho e Historia del Arte y ejerce como Secretario del Ayuntamiento de Caso (Asturias). Pertenece a la Asociación de Escritores de Asturias y a la Asociación Cultural “Voces del Chamamé”, dedicada a la publicación de autores noveles; además, escribe columnas de opinión en diversos medios de comunicación escrita.
Ha obtenido varios premios de narrativa, como el premio de relatos del Ayuntamiento de Ceheguín o premio del Diario de León,, y ha sido galardonado con los más prestigiosos premios de poesía, como el Gerardo Diego, el María del Villar, el premio Leonor o el Juan Ramón Jiménez.
Ha publicado ocho libros de poesía, entre ellos: “Homéricas”, “Sonata para un abecedario”, “La disposición de la materia”, “Oficio de navegación” o “La ciudad deshabitada”. Pero por encima de todo es un hombre cercano y afable, muy alejado del estereotipo de soberbia con el que muchas veces se etiqueta a autores premiados. Es precisamente sobre poesía sobre lo que vamos a hablar hoy con él. Después de la entrevista podréis saborear lentamente alguno de sus poemas.
Revista Sherezade.-Empezaste a publicar tardíamente, ¿fue así tu llegada a la poesía, en la edad madura, o digamos que no te habías planteado ir más allá del terreno introspectivo, de escribir como necesidad catártica o de comprensión?
La verdadera razón de publicar tardíamente, que no de escribir, fue debida a la falta de tiempo. Me dediqué a la lucha sindical y política y eso se notó mucho, pues, aunque cuando pegaba carteles para una manifestación no dejaba de escribir con la memoria, no era lo mismo obviamente.
Siempre me planteé ir más allá de ese terreno introspectivo, ser un escritor, por decirlo de un modo concreto, y de muy joven ya hacía relatos. A la poesía llegué a diferencia de la mayoría de los poetas, ya con bastantes años (veinte y muchos).
RS.-¿Necesita tanto retroalimentarse con los lectores un poeta como un novelista?
En cierto modo no tendría que haber ninguna diferencia. Unos y otros escriben para enfrentarse al posible lector, que es, en definitiva, quién los juzgará.
No niego que haya personas que escriban sólo para ellas, y me parece muy bien que lo hagan así, pero no es mi caso. Conozco un amante de la poesía que se ha leído todos mis libros, y con el que ahora charlo y confronto ideas, y eso es para mí lo más importante: haber llegado a alguien.
RS.-De una primera etapa de la experiencia, claramente reflejada en tu libro “Oficio de navegación”, pasaste a una más filosófica, intimista y reflexiva con “Disposición de la materia (Premio Leonor 1997), cambio que ya se intuía en “La ciudad deshabitada” (Premio Gerardo Diego 1994). ¿El cambio surge de manera natural?
Surge de la necesidad de experimentar, de ir buscando siempre todos los registros que hay en uno mismo. Y, también, cómo no, del miedo a repetirse.
Puede resultar fácil, a poco que se tenga oficio, elaborar poemas a los que formalmente no haya nada que objetar, pero que, en todo caso, no son más que una variación de la variación, otra fotocopia más.
Por ello, hay que estar siempre alerta, y ser poco complaciente con uno mismo. De lo contrario, se corre el riesgo de anquilosarse.
RS.-Para mí tu gran obra, la que tiene más fuerza y mejor se sostiene, sin desmerecer al resto, es “Sonata para un abecedario” (Premio Juan Ramón Jiménez 2005) ¿Te encuentras cómodo en la poesía simbólica? ¿Es ahí hacia donde probablemente se dirigirán ahora tus inquietudes poéticas?
Estoy de acuerdo contigo. Sería, por decirlo de alguna manera, la que inicia una tercera etapa: simbolista, surrealista… Creo, en este sentido, que el camino final de un artista es la abstracción, si bien justificar esto me llevaría bastante más espacio del que tenemos. Pero, por ceñirme al campo de la poesía, que es donde más cómodo me encuentro (espero sacar pronto un libro de relatos, y tengo un par de novelas terminadas), pienso que construir un poema es como meter la mano en el pecho, en la oscuridad y sacar esa luz escondida que todos llevamos dentro. El poema esta ahí, en el interior de uno, y por eso creo que el mejor poema es el que no necesita explicar ni explicarse.
RS.-Parece haber en tu obra un cierto desengaño en la lucha política de la transición, aquello de la Revolución que no era como se esperaba. Sin embargo hay oleadas de optimismo, donde pareces resaltar que lo importante no es la victoria o la derrota, que lo que cuenta es la batalla.
Es cierto lo del desencanto, sobre todo para quienes hemos intentado siempre —con mejor o peor fortuna— enfrentarnos al poder. Pero me parece muy importante recalcar que no es lo mismo “desencantado” o “escéptico”, que derrotado, y es de esa diferencia de donde surge lo que tú denominas “oleadas de optimismo”.
Sí, lo más importante es la “batalla” y, sobre todo, la que se libra contra uno mismo para evitar ser absorbido por el sistema dominante.
RS.-En tu última etapa tratas sobre el amor, el paso del tiempo, quizá ligera estupefacción ante la vida…
El estupor recorre una parte de mi obra. Pero se trata, sobre todo, de un estupor que abre ventanas, que amplía mis horizontes. Es la sorpresa de encontrar, en cualquier momento, algo nuevo, diferente, que merece la pena.
RS.-Prescindes prácticamente de la rima, sin embargo es característico un ritmo y melodía particulares en tu poesía ¿Crees que la barrera entre prosa y poesía está cada vez más difuminada?
La prosa poética es el mejor ejemplo de ello. Mis últimos poemas (entre ellos el libro entero de “Sonata para un abecedario”) están construidos así, y la revista “Mercurio”, de Sevilla, comentando este libro, decía que se trataba de un poemario en prosa, y añadía: “es un modelo en alza, al parecer, aunque no tan prestigiado como en otras tradiciones”.
RS.-Muchos poetas mezclan sus versos con música, técnicas audiovisuales,… ¿te parecen buenos compañeros?
Igual que los demás. Lo interesante es que llegue la poesía, sea cual sea el canal que se escoja, al lector.
RS.-¿Eres un lector voraz de poesía? Supongo que habrá una serie de autores que tendrás como referencia…
Por citar algunos, y con el riesgo que eso supone, me quedaría con Pablo Neruda, Salvatore Quasimodo y René Char.
Y de los de aquí, Cernuda y Gamoneda, pero dejando claro que también hay otros muchos que me han servido de guía.
RS.-¿Qué te parece Internet como herramienta para un escritor?
Estupendo. Pienso que es la verdadera revolución del siglo, con todos los inconvenientes y riesgos que tiene.
Sólo pensar que alguien de otras orillas te pueda hacer un guiño desde allí, al leer uno de tus poemas, me parece maravilloso (eso es el “estupor” del que hablábamos antes).
RS.-El panorama editorial para jóvenes poetas se nos dibuja como una montaña escarpada imposible de escalar ¿está tan mal para un joven poeta ver su obra sobre el papel? ¿la autoedición te parece una salida digna?
Hoy en día publicar es relativamente sencillo, sobre todo si se piensa que hay muchas editoriales, o como las quieras llamar, que te publican lo que sea a cambio de un dinero.
La autoedición no me parece digna, sino dignísima. Ten en cuenta que autores famosos comenzaron así.
RS.- Los concursos literarios son quizá una oportunidad para dar a conocer la poesía, sin embargo, la distribución de las obras que publica la propia organización suele ser nefasta. ¿Crees que un autor con cierto bagaje debe centrarse más en llegar a más lectores a través de una editorial o labrarse un currículo importante a base de concursos? ¿Hacia qué lado se inclina la balanza?
La pregunta es como ese refrán de la pescadilla y la cola. Yo, que defiendo los concursos y que he participado en muchos, a pesar de la “caspa” que tienen algunos, estaría encantado de dejar de enviar mis manuscritos, si hubiera un editorial que me publicara, y me refiero, claro, a las serias. Pero eso es muy difícil, si no tienes ya un nombre. Sucede igual que en el mercado laboral: o tienes una experiencia o no entras a trabajar.
Por eso, los concursos me parecen una buena salida, pues, además de que a todos nos gusta recibir una caricia de vez en cuando, sirven también para promocionar tu obra. Pero, con todo, merece la pena presentarse, teniendo siempre claro que no por ganar eres el mejor, y viceversa.
RS.- El tópico “El arte no se explica”… ¿es aplicable a la poesía? ¿Crees que un poema causará diferentes sensaciones según quien lo lea y que éstas deberían depender más del lector qué del escritor?
Sí. Con la poesía sucede una situación muy curiosa, una enorme paradoja, pues si bien no son muchos los lectores de poesía que existen, sin embargo, todo el mundo habla de ella. Ante cualquier sensación especial: una visión mágica de la naturaleza, pongo por caso, todos decimos lo mismo: “esto es pura poesía”. Lo que indica que en el subconsciente de cada uno se admite que la poesía existe, y, además, que define lo sublime, precisamente lo inexplicable.
Lo de las diferentes sensaciones es así, en la vida, cada uno interioriza un mundo, su mundo, lo ve con ojos diferentes a los de los demás, y eso sin necesidad de acudir a la poesía. Por ello, cuando nos enfrentamos a un poema, con todas las dificultades que ello entraña, lo normal es que suceda así. (Te comentaba antes la importancia de encontrar a ese lector que se haga cómplice de tu mundo, que lo acepte como suyo).
RS.- Por último… ¿Cómo ves el futuro de la poesía?
Te contestaré con una frase de San Agustín: “la poesía es el vino del diablo”. Vivirá ajena al mercado, afortunadamente, por su escaso valor utilitario, pero siempre habrá alguien que desee quemarse en su fuego.
Como cierre, y aunque no responda a una pregunta obligada, quiero desearos mucha suerte en vuestro ilusionante proyecto de El rincón de Sherezade. A fin de cuentas, la literatura nos pertenece a todos, y, sobre todo, a los anónimos que le dan continuos empujones. Camilo José Cela dijo que “todo lo que no sea humildad, una descarada humildad, sobra en el lenguaje del escritor”. Y yo añadiría que también en el de la literatura. Gracias.
Agradecemos a Javier García Cellino que nos haya ilustrado sobre la poesía en general y su obra en particular, la mayor parte, por desgracia, ya descatalogada y que sólo es posible encontrar en grandes bibliotecas o universidades, por lo que desde esta revista os invitamos a leer completa la obra “Sonata de un abecedario” pinchando aquí
Si lo preferís podéis leer una muestra de sus poemas a continuación:
Poemas:
X (De “Sonata para un abecedario”)
Limosna para los damnificados por la lluvia de
cobre.
Limosna para los que están delante del fuego.
Limosna para el lebrel mojado, que vigila mis sueños.
Limosna para apagar la sed de las iglesias.
Limosna para los centinelas del frío, y para los que
apuraron sus vasos de dudosa caligrafía durante la madrugada.
Limosna para huir del hambre y para atravesar fron-
teras con los dedos.
Para los que tienen sueño pero no disponen de la hono-
rable virtud del cordero, para los que simulan la
liturgia de una batalla necesaria,
limosna.
Limosna para los que al legar la noche se refugian
en la soledad de los palacios.
Limosna para los campesinos de Mollet.
Limosna para las vísperas de otoño.
Limosna para los que ignoran que van a morir, y por
eso trafican con verdades a medias, y se dis-
frazan con el truco de los que se encerraron
bajo llave falsa y se ajustan el yelmo con el
que sus antepasados conquistaron tantos imperios de ultramar.
Limosna para la noria de afilados amantes.
Para las canciones de Bob Dylan, para las revolucio-
nes fracasadas, para el sarro que se acumula
en los dientes de la noche, para la taza en la
que bebí la mente de tus axilas, para el azúcar
de los acantilados,
limosna.
Limosna para el mago que cosió las alas del río.
Limosna para el huésped de la lluvia y para el
pasto de las mujeres quebradizas.
Limosna para la crin del pelícano deshuesado.
Limosna para la tórtola sacrificada por la hiel
de los ortodoxos.
Limosna para la harina negra del invierno.
Limosna para la zarzaparrilla y para cada uno
de los poemas de Shakespeare.
Para el estoicismo de Séneca y para la copa de aguar-
diente helado en la que Dante escribió su últi-
mo testamento, para los apretados bodegones
de Zurbarán, para los pinceles sucios y para el
bermellón que vive en el país de las abejas,
limosna.
EL TIEMPO DE LAS PALABRAS (De “Disposición de la materia”)
El tiempo de las palabras
sobrevive a los hombres.
Su luz está grabada
en la corteza del mundo,
que a todos nos alcanza.
A veces espada y fuego,
pero siempre vigilante destino,
su imperio es más antiguo
que los primeros dioses.
LA VIEJA LUMBRE (De “Disposición de la materia”)
No sé si la lluvia
es azul, o sólo rutina el cielo.
Si tú me querías antes y ahora sólo adoras
mi sombra. Si es verdad que existo,
que trepará la yedra
por mis hombros,
que tengo un nombre impuesto
por la pereza ajena,
o si por fin, al alba,
besará mis pies
la definitiva ceniza.
La verdadera razón de publicar tardíamente, que no de escribir, fue debida a la falta de tiempo. Me dediqué a la lucha sindical y política y eso se notó mucho, pues, aunque cuando pegaba carteles para una manifestación no dejaba de escribir con la memoria, no era lo mismo obviamente.
Siempre me planteé ir más allá de ese terreno introspectivo, ser un escritor, por decirlo de un modo concreto, y de muy joven ya hacía relatos. A la poesía llegué a diferencia de la mayoría de los poetas, ya con bastantes años (veinte y muchos).
RS.-¿Necesita tanto retroalimentarse con los lectores un poeta como un novelista?
En cierto modo no tendría que haber ninguna diferencia. Unos y otros escriben para enfrentarse al posible lector, que es, en definitiva, quién los juzgará.
No niego que haya personas que escriban sólo para ellas, y me parece muy bien que lo hagan así, pero no es mi caso. Conozco un amante de la poesía que se ha leído todos mis libros, y con el que ahora charlo y confronto ideas, y eso es para mí lo más importante: haber llegado a alguien.
RS.-De una primera etapa de la experiencia, claramente reflejada en tu libro “Oficio de navegación”, pasaste a una más filosófica, intimista y reflexiva con “Disposición de la materia (Premio Leonor 1997), cambio que ya se intuía en “La ciudad deshabitada” (Premio Gerardo Diego 1994). ¿El cambio surge de manera natural?
Surge de la necesidad de experimentar, de ir buscando siempre todos los registros que hay en uno mismo. Y, también, cómo no, del miedo a repetirse.
Puede resultar fácil, a poco que se tenga oficio, elaborar poemas a los que formalmente no haya nada que objetar, pero que, en todo caso, no son más que una variación de la variación, otra fotocopia más.
Por ello, hay que estar siempre alerta, y ser poco complaciente con uno mismo. De lo contrario, se corre el riesgo de anquilosarse.
RS.-Para mí tu gran obra, la que tiene más fuerza y mejor se sostiene, sin desmerecer al resto, es “Sonata para un abecedario” (Premio Juan Ramón Jiménez 2005) ¿Te encuentras cómodo en la poesía simbólica? ¿Es ahí hacia donde probablemente se dirigirán ahora tus inquietudes poéticas?
Estoy de acuerdo contigo. Sería, por decirlo de alguna manera, la que inicia una tercera etapa: simbolista, surrealista… Creo, en este sentido, que el camino final de un artista es la abstracción, si bien justificar esto me llevaría bastante más espacio del que tenemos. Pero, por ceñirme al campo de la poesía, que es donde más cómodo me encuentro (espero sacar pronto un libro de relatos, y tengo un par de novelas terminadas), pienso que construir un poema es como meter la mano en el pecho, en la oscuridad y sacar esa luz escondida que todos llevamos dentro. El poema esta ahí, en el interior de uno, y por eso creo que el mejor poema es el que no necesita explicar ni explicarse.
RS.-Parece haber en tu obra un cierto desengaño en la lucha política de la transición, aquello de la Revolución que no era como se esperaba. Sin embargo hay oleadas de optimismo, donde pareces resaltar que lo importante no es la victoria o la derrota, que lo que cuenta es la batalla.
Es cierto lo del desencanto, sobre todo para quienes hemos intentado siempre —con mejor o peor fortuna— enfrentarnos al poder. Pero me parece muy importante recalcar que no es lo mismo “desencantado” o “escéptico”, que derrotado, y es de esa diferencia de donde surge lo que tú denominas “oleadas de optimismo”.
Sí, lo más importante es la “batalla” y, sobre todo, la que se libra contra uno mismo para evitar ser absorbido por el sistema dominante.
RS.-En tu última etapa tratas sobre el amor, el paso del tiempo, quizá ligera estupefacción ante la vida…
El estupor recorre una parte de mi obra. Pero se trata, sobre todo, de un estupor que abre ventanas, que amplía mis horizontes. Es la sorpresa de encontrar, en cualquier momento, algo nuevo, diferente, que merece la pena.
RS.-Prescindes prácticamente de la rima, sin embargo es característico un ritmo y melodía particulares en tu poesía ¿Crees que la barrera entre prosa y poesía está cada vez más difuminada?
La prosa poética es el mejor ejemplo de ello. Mis últimos poemas (entre ellos el libro entero de “Sonata para un abecedario”) están construidos así, y la revista “Mercurio”, de Sevilla, comentando este libro, decía que se trataba de un poemario en prosa, y añadía: “es un modelo en alza, al parecer, aunque no tan prestigiado como en otras tradiciones”.
RS.-Muchos poetas mezclan sus versos con música, técnicas audiovisuales,… ¿te parecen buenos compañeros?
Igual que los demás. Lo interesante es que llegue la poesía, sea cual sea el canal que se escoja, al lector.
RS.-¿Eres un lector voraz de poesía? Supongo que habrá una serie de autores que tendrás como referencia…
Por citar algunos, y con el riesgo que eso supone, me quedaría con Pablo Neruda, Salvatore Quasimodo y René Char.
Y de los de aquí, Cernuda y Gamoneda, pero dejando claro que también hay otros muchos que me han servido de guía.
RS.-¿Qué te parece Internet como herramienta para un escritor?
Estupendo. Pienso que es la verdadera revolución del siglo, con todos los inconvenientes y riesgos que tiene.
Sólo pensar que alguien de otras orillas te pueda hacer un guiño desde allí, al leer uno de tus poemas, me parece maravilloso (eso es el “estupor” del que hablábamos antes).
RS.-El panorama editorial para jóvenes poetas se nos dibuja como una montaña escarpada imposible de escalar ¿está tan mal para un joven poeta ver su obra sobre el papel? ¿la autoedición te parece una salida digna?
Hoy en día publicar es relativamente sencillo, sobre todo si se piensa que hay muchas editoriales, o como las quieras llamar, que te publican lo que sea a cambio de un dinero.
La autoedición no me parece digna, sino dignísima. Ten en cuenta que autores famosos comenzaron así.
RS.- Los concursos literarios son quizá una oportunidad para dar a conocer la poesía, sin embargo, la distribución de las obras que publica la propia organización suele ser nefasta. ¿Crees que un autor con cierto bagaje debe centrarse más en llegar a más lectores a través de una editorial o labrarse un currículo importante a base de concursos? ¿Hacia qué lado se inclina la balanza?
La pregunta es como ese refrán de la pescadilla y la cola. Yo, que defiendo los concursos y que he participado en muchos, a pesar de la “caspa” que tienen algunos, estaría encantado de dejar de enviar mis manuscritos, si hubiera un editorial que me publicara, y me refiero, claro, a las serias. Pero eso es muy difícil, si no tienes ya un nombre. Sucede igual que en el mercado laboral: o tienes una experiencia o no entras a trabajar.
Por eso, los concursos me parecen una buena salida, pues, además de que a todos nos gusta recibir una caricia de vez en cuando, sirven también para promocionar tu obra. Pero, con todo, merece la pena presentarse, teniendo siempre claro que no por ganar eres el mejor, y viceversa.
RS.- El tópico “El arte no se explica”… ¿es aplicable a la poesía? ¿Crees que un poema causará diferentes sensaciones según quien lo lea y que éstas deberían depender más del lector qué del escritor?
Sí. Con la poesía sucede una situación muy curiosa, una enorme paradoja, pues si bien no son muchos los lectores de poesía que existen, sin embargo, todo el mundo habla de ella. Ante cualquier sensación especial: una visión mágica de la naturaleza, pongo por caso, todos decimos lo mismo: “esto es pura poesía”. Lo que indica que en el subconsciente de cada uno se admite que la poesía existe, y, además, que define lo sublime, precisamente lo inexplicable.
Lo de las diferentes sensaciones es así, en la vida, cada uno interioriza un mundo, su mundo, lo ve con ojos diferentes a los de los demás, y eso sin necesidad de acudir a la poesía. Por ello, cuando nos enfrentamos a un poema, con todas las dificultades que ello entraña, lo normal es que suceda así. (Te comentaba antes la importancia de encontrar a ese lector que se haga cómplice de tu mundo, que lo acepte como suyo).
RS.- Por último… ¿Cómo ves el futuro de la poesía?
Te contestaré con una frase de San Agustín: “la poesía es el vino del diablo”. Vivirá ajena al mercado, afortunadamente, por su escaso valor utilitario, pero siempre habrá alguien que desee quemarse en su fuego.
Como cierre, y aunque no responda a una pregunta obligada, quiero desearos mucha suerte en vuestro ilusionante proyecto de El rincón de Sherezade. A fin de cuentas, la literatura nos pertenece a todos, y, sobre todo, a los anónimos que le dan continuos empujones. Camilo José Cela dijo que “todo lo que no sea humildad, una descarada humildad, sobra en el lenguaje del escritor”. Y yo añadiría que también en el de la literatura. Gracias.
Agradecemos a Javier García Cellino que nos haya ilustrado sobre la poesía en general y su obra en particular, la mayor parte, por desgracia, ya descatalogada y que sólo es posible encontrar en grandes bibliotecas o universidades, por lo que desde esta revista os invitamos a leer completa la obra “Sonata de un abecedario” pinchando aquí
Si lo preferís podéis leer una muestra de sus poemas a continuación:
Poemas:
X (De “Sonata para un abecedario”)
Limosna para los damnificados por la lluvia de
cobre.
Limosna para los que están delante del fuego.
Limosna para el lebrel mojado, que vigila mis sueños.
Limosna para apagar la sed de las iglesias.
Limosna para los centinelas del frío, y para los que
apuraron sus vasos de dudosa caligrafía durante la madrugada.
Limosna para huir del hambre y para atravesar fron-
teras con los dedos.
Para los que tienen sueño pero no disponen de la hono-
rable virtud del cordero, para los que simulan la
liturgia de una batalla necesaria,
limosna.
Limosna para los que al legar la noche se refugian
en la soledad de los palacios.
Limosna para los campesinos de Mollet.
Limosna para las vísperas de otoño.
Limosna para los que ignoran que van a morir, y por
eso trafican con verdades a medias, y se dis-
frazan con el truco de los que se encerraron
bajo llave falsa y se ajustan el yelmo con el
que sus antepasados conquistaron tantos imperios de ultramar.
Limosna para la noria de afilados amantes.
Para las canciones de Bob Dylan, para las revolucio-
nes fracasadas, para el sarro que se acumula
en los dientes de la noche, para la taza en la
que bebí la mente de tus axilas, para el azúcar
de los acantilados,
limosna.
Limosna para el mago que cosió las alas del río.
Limosna para el huésped de la lluvia y para el
pasto de las mujeres quebradizas.
Limosna para la crin del pelícano deshuesado.
Limosna para la tórtola sacrificada por la hiel
de los ortodoxos.
Limosna para la harina negra del invierno.
Limosna para la zarzaparrilla y para cada uno
de los poemas de Shakespeare.
Para el estoicismo de Séneca y para la copa de aguar-
diente helado en la que Dante escribió su últi-
mo testamento, para los apretados bodegones
de Zurbarán, para los pinceles sucios y para el
bermellón que vive en el país de las abejas,
limosna.
EL TIEMPO DE LAS PALABRAS (De “Disposición de la materia”)
El tiempo de las palabras
sobrevive a los hombres.
Su luz está grabada
en la corteza del mundo,
que a todos nos alcanza.
A veces espada y fuego,
pero siempre vigilante destino,
su imperio es más antiguo
que los primeros dioses.
LA VIEJA LUMBRE (De “Disposición de la materia”)
No sé si la lluvia
es azul, o sólo rutina el cielo.
Si tú me querías antes y ahora sólo adoras
mi sombra. Si es verdad que existo,
que trepará la yedra
por mis hombros,
que tengo un nombre impuesto
por la pereza ajena,
o si por fin, al alba,
besará mis pies
la definitiva ceniza.
2 comentarios:
hola ,les escribo desde chile
me gusta esto de la poesía y este articulo me intereso mucho.En realidad toda la revista esta buenisima y me parece genial todo.
algu dia me gustaria escribir algo o ver algun poema mio por aqui, seria un gran honor para mi.
mis saludos
y todas las buenas vibras para que esta revista siga adelante.
Me alegro de haber tenido la posibilidad de conocer la poesía de Javier, a través de Sherezade, si no fuera por este espacio, nunca hubiese llegado a ella.
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