Yo no había leído antes a Chéjov porque todos los que me hablaban de él eran tipos raros y demasiado trascendentes –trascendencia en su acepción de cualidad propia de las personas con actitud abatida y melancólica, hedor que emana de cabellera sucia y despeinada, gafas de pasta opacas por la mugre, etc.- y antes de leer una sola línea de él ya lo catalogué como un escritor aburrido por profundo.
Además, hasta este año, siguiendo la tradición imperante en nuestros pagos, siempre había leído grandes novelones y no me sentía atraído por los relatos cortos. Pero este año una pereza incurable y el abandono por la mitad de varios libros me llevaron a decantarme por recopilaciones de relatos, para poder llegar al final de algún texto sin quedarme dormido con el libro entre las manos. Al parecer Chéjov era el referente de Carver, autor que me gustó mucho, muy simple, sin boato ni ostentación, pero tremendamente inquietante. Así que traté de olvidar al clan de los trascendentes y compré el libro de la imagen superior.
No soy crítico profesional, aunque creo que tengo las cualidades principales que todo crítico debe poseer: ¿lectura compulsiva? No, esa no precisamente. Pero sí mala leche y verborrea. Tampoco pretendo sentar cátedra ni hacer aquí una biografía detallada o analizar minuciosamente el texto, datos que pueden encontrarse fácilmente en los mares de la red, (mares de la red… ¿suena raro eso no?) pero he de decir que Chéjov es una absoluta maravilla. Quizá se pierde en ocasiones en descripciones que poco aportan, se pasa de parabólico y folletinesco o se extiende demasiado en definir conceptos abstractos y, por tan manidos, absurdos (felicidad, amor, muerte,…) pero lo que sí es indiscutible es que en Chéjov la maestría se manifiesta en la importancia del detalle, aspectos de la realidad mínimos, casi ocultos que sobrevuelan el relato y que, unidos, nos descubren las miserias de los sentimientos, la mezquindad, la hipocresía, y lo mejor de todo: no sermonea, no juzga, sólo retrata a sus personajes con una ironía característica (¿rusa?) y con un humor sutil, personajes que, por otra parte, son universales en su comportamiento, válidos para cualquier tiempo o lugar.
Para finalizar he de decir que desde que acabé el libro no me he vuelto a lavar el pelo y siento la necesidad imperiosa, pese a no tener dioptría alguna, de comprarme unas gafas de pasta. Por otra parte, si me dan a elegir entre Dostoievski y Chéjov no lo dudaría, le daría una patada en el culo fulminante a éste último, con lo que queda confirmado que todavía puedo salvarme y llevar una vida digna (además de mi estúpida educación adaptada a los tiempos modernos donde todo debe ser organizado en rankings de escrupuloso seguimiento)
Ustedes disculparán.
Además, hasta este año, siguiendo la tradición imperante en nuestros pagos, siempre había leído grandes novelones y no me sentía atraído por los relatos cortos. Pero este año una pereza incurable y el abandono por la mitad de varios libros me llevaron a decantarme por recopilaciones de relatos, para poder llegar al final de algún texto sin quedarme dormido con el libro entre las manos. Al parecer Chéjov era el referente de Carver, autor que me gustó mucho, muy simple, sin boato ni ostentación, pero tremendamente inquietante. Así que traté de olvidar al clan de los trascendentes y compré el libro de la imagen superior.
No soy crítico profesional, aunque creo que tengo las cualidades principales que todo crítico debe poseer: ¿lectura compulsiva? No, esa no precisamente. Pero sí mala leche y verborrea. Tampoco pretendo sentar cátedra ni hacer aquí una biografía detallada o analizar minuciosamente el texto, datos que pueden encontrarse fácilmente en los mares de la red, (mares de la red… ¿suena raro eso no?) pero he de decir que Chéjov es una absoluta maravilla. Quizá se pierde en ocasiones en descripciones que poco aportan, se pasa de parabólico y folletinesco o se extiende demasiado en definir conceptos abstractos y, por tan manidos, absurdos (felicidad, amor, muerte,…) pero lo que sí es indiscutible es que en Chéjov la maestría se manifiesta en la importancia del detalle, aspectos de la realidad mínimos, casi ocultos que sobrevuelan el relato y que, unidos, nos descubren las miserias de los sentimientos, la mezquindad, la hipocresía, y lo mejor de todo: no sermonea, no juzga, sólo retrata a sus personajes con una ironía característica (¿rusa?) y con un humor sutil, personajes que, por otra parte, son universales en su comportamiento, válidos para cualquier tiempo o lugar.
Para finalizar he de decir que desde que acabé el libro no me he vuelto a lavar el pelo y siento la necesidad imperiosa, pese a no tener dioptría alguna, de comprarme unas gafas de pasta. Por otra parte, si me dan a elegir entre Dostoievski y Chéjov no lo dudaría, le daría una patada en el culo fulminante a éste último, con lo que queda confirmado que todavía puedo salvarme y llevar una vida digna (además de mi estúpida educación adaptada a los tiempos modernos donde todo debe ser organizado en rankings de escrupuloso seguimiento)
Ustedes disculparán.
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