PERPETUUM MOBILE

o del cabreo continuo.

M.

Henri Cartier-Bresson


Las confrontaciones humanas no existen, sólo son malentendidos debidos a un entusiasmo erótico mal canalizado. Forma parte de la herencia ancestral dejada por nuestros antepasados, los cuales, en la época de la cosecha, celebraban sus rituales de apareamiento aforando a los miembros fértiles de la tribu para que fuera testigo toda la comunidad del inmenso interés que les despertaba la persona amada, de quien demostraban tener grandes conocimientos y profunda devoción explicando todo lo que podía impresionar a la otra persona en público. Después, en una hoja de papaya, escribían con tinturas minerales su número de tam-tam y lo entregaban esperando recibir la aprobación del grupo para iniciar la danza nupcial previa al apareamiento. A continuación, los machos envolvían su cuerpo con el follaje arrancado del sotobosque y se camuflaban entre la vegetación del entorno, donde esperaban ansiosos ser encontrados por la futura pareja al tiempo que construían aplicadamente con lianas y ramas un tálamo donde llevar a cabo la cópula y, alrededor del cual, levantar un hogar.

Con el tiempo, tales ceremonias empezaron a prolongarse en exceso a causa del extremo celo puesto por los enamorados en el aspecto genésico del ritual, de forma que las cosechas languidecían en los campos y la temporada de las lluvias llegaba con las casas sin construir. Esto dio paso a la invención de los materiales de construcción prefabricados y de los restaurantes de comidas rápidas, y con ellos al origen de la identidad social. Los pobladores de las primeras ciudades desaparecieron entre los matorrales, dejando edificadas grandes estructuras turísticas que pasaron a ser administradas por la prole que venía asociada a la actividad genital. Estos, a su vez, imitaban a sus progenitores en cuanto tenían uso de razón. Pero la proximidad de alimañas y bestias salvajes distorsionaba mucho el propósito de tales ceremonias amatorias a consecuencia del factor comestible del organismo humano, por lo que la precaución propició el surgir del pensamiento antropocéntrico. Conscientes de sí mismos como especie y como agrupación, introdujeron en la cultura el concepto del cabreo e inventaron artilugios con qué expresarlo. Tales instrumentos, además, perforaban o entumecían la materia corporal de esos animales, lo que dio pie a la aparición de restaurantes de "alta cocina" donde no se era cenado, sino que se cenaba.

En poco tiempo, las agrupaciones de cabreados empezaron a desarrollar fuertes lazos de camaradería que desplazaron las emociones del apareamiento a un plano secundario, por lo que comenzaron a darse mucho por el sendero de la caza, la pesca y la sodomía los que pasaban mucho tiempo lejos del hogar. Las hembras, más proclives a procrear que los machos, expresaron también mucho cabreo por el giro que tomaba el hacer evolutivo de la cultura y se dejaron raptar por las tribus vecinas, lo que cabreó aún más a todo el mundo: a los propios consortes por el disgusto de quedarse sin mujeres y a las demás tribus por el lío en el que se habían metido tontamente. Del encuentro de tanto cabreado surgió la unificación estatal. Nuevos conceptos de cabreo organizado dieron lugar a la aparición de la identidad nacional. Agrupados en ejércitos, los cabreados se iniciaron en el belicismo para la defensa territorial, dejando, como en otro tiempo habían dejado los campos, a sus mujeres languidecer. Éstas reaccionaron inventando el ritual de apareamiento prefabricado y el sexo rápido, lo que acabó por sedimentar un sólido poso de cabreo cultural.

Algunos cabreados, hartos de ver las espaldas de sus camaradas en la lucha y los higadillos de sus enemigos esparcidos por el suelo, aprovecharon la seguridad de las nuevas fronteras del imperialismo creciente y regresaron a sus hogares, donde las hembras les dieron una acogida tibia. Semejante cosa los sumió en profundas reflexiones sobre el origen de sus pasiones, el sentido de la vida y la naturaleza saturnal de sus ensoñaciones. Para tales pensamientos adoptaban poses estáticas, sesudas o excéntricas, pero al menos se quedaban en casa, por lo que las mujeres aprobaron sus actividades frente la oposición de sus compañeros de armas, que los consideraban unos simples escaqueados. De este fenómeno nacería un concepto revolucionario que cambiaría los principios culturales del Ser Humano llamado Filosofía.

Algunos de los nuevos filósofos decidieron aprovechar esta preeminencia social en su propio beneficio, dejaron atrás el pensamiento racional creando a cambio un ideario metafísico que alejara a sus conciudadanos de cualquier aspiración que les hiciese ambicionar una vida libre o, en su defecto, una opulencia semejante a la que ellos llevaban. Estos doctrinarios del Más Allá dieron paso a un prolongado periodo de estabilidad coyuntural religiosa basada en el cabreo existencial, y la abolición de toda actividad amorosa, que sólo se rompió a lo largo de los siglos a causa del profundo aburrimiento de todos, motivo por el cual se inventaron los entretenimientos deportivos y la televisión. En ese momento las sociedades más avanzadas alcanzaron la plena civilización.

Llegado a este punto, me está dando en la nariz que, en algún giro del inicio de su historia, la corriente del pensamiento metafísico se refugió de tal manera en el cinismo que en la actualidad sus seguidores se han convertido en una sociedad de cínicos que ignoran serlo, lo cual no deja de tener gracia, aunque ese pensamiento me deje algo abatido. Como ya apunta el comportamiento del individuo religioso actual, mediante su rotunda negativa a abandonar en la modernidad antiguas supersticiones, todas sus deducciones presuponen la entrega voluntaria de cualquier conocimiento previo de la realidad al olvido. Como rito de aceptación social en un entorno donde no cabe más pensamiento que el irracional, es evidente que la ideología inherente a la corriente del pensamiento cínico está presente en la implantación educativa religiosa, tanto en la nuestra como en otras civilizaciones, cosa que ocurre ante la incuria despreocupada de la población civil... o eso me parece a mí, vamos.

Lo cierto es que a mí ni se me ocurre que el pensamiento cínico sea una tendencia de las sociedades desarrolladas del presente, por la simple razón de que ya lo considero la base sólida de nuestra cultura. La sátira social, enmascarada tras una rigidez moral monoteísta sobria en entornos donde ésta tiene influencia, es la única realidad que conocemos en buena parte del mundo donde se utiliza la teoría metafísica de un único ser superior para explicarlo todo, aunque los espejismos de la ilustración nos hagan pensar otra cosa. El maquillaje pomposo con el que la Iglesia Católica, por poner un ejemplo, pretende presentar su identidad ante los demás nos desfigura a todos de forma patética, ocultando la verdad, para así evitar caer ellos mismos en las trampas de un lenguaje que desvirtúa el razonamiento. Nos alejamos de nuestros semejantes cuando lo que tenemos que decirnos se pierde en un mar ridículo de confusiones metafísicas, de protocolos coyunturales y de implicaciones estéticas, porque detrás de cada frase se esconde un complicado mecanismo de deducciones sin fundamento sobre su contenido real, incluso para quien, como en este mismo caso el que está detrás del teclado, trata de emitirlas, e ignoramos por costumbre lo obvio.

El catolicismo, ya puestos a hablar de lo más próximo conocido, se hace dueño de interpretar a los demás a conveniencia de su delirante razonamiento. Utiliza como mecanismo elemental de preservación de la cordura, según esa doctrina la entiende, transmitiendo poder para intuir falsedad en nuestro entorno real, pero a la vez incapacidad para desvelar el misterio divino que lo gobierna. Impuesto por los que están bajo el influjo de la Iglesia el que creen criterio propio como único pilar sólido sobre el que posar los pies, aun en la absoluta ignorancia de que ese supuesto criterio se tambalea, cimbrea y bambolea con la misma inconsistencia que hemos visto ya en todas sus manifestaciones anteriores, ora fuera quemando brujas ora satanizando zurdos, como simples muestras de un número grande de esas atrocidades, el monopolio que pretenden mantener sobre el territorio que está más allá de la muerte permite que las doctrinas religiosas ejerzan su dominio sobre la vida pública sin demasiada oposición.


Cuando caen de sus ilusiones antropocéntricas, geocéntricas, creacionistas y toda la pesca supersticiosa que cargan en el hombro desde los tiempos más remotos, vuelven a levantarse otra vez y otra vez sobre las ruinas de sus fundamentos ficticios, pero en cada ocasión acumulando resentimiento, odio, rencor y otros sentimientos restrictivos crecientes, a medida que se aferran a unas referencias de comunicación mística que, sustantivamente, son una herramienta de la cual no poseen otro manual de instrucciones más que un solo libro, La Biblia, al que se le atribuye el extravagante mérito de haber sido escrito por Dios, o poco menos.

Existen multitud de lenguajes que no son la palabra, y la actitud de una comunidad es uno de ellos. Las religiones han elevado, en nuestra imaginación, a tal grado de refinamiento la sutileza de su esperpéntico comportamiento que confundimos el sentido de las conductas más simples. El lenguaje social monoteísta, que es al que siempre me he referido, es un galimatías caótico que aísla y frustra al individuo alejándole de la extensión auténtica de las cosas. Utilizando un símil automovilístico, diría que es como si cinco tipos se subieran en un coche y, no sólo no supieran a dónde ir ni cómo conducir, sino que además se pegaran por hacer el viaje en el maletero.

Por todo lo dicho con anterioridad, ruego a la persona que pueda estar leyendo estas líneas que se una a quien las ha escrito hasta ahora en un rezo para la salvación por igual de nuestras almas y por las del resto de congéneres que habitan el mundo. Se trata de una alabanza sencilla sacada de manuales oratorios fáciles de encontrar, de uso común entre los pueblos de la tierra, cantadas por gentes de diferentes orígenes, creencias y razas, con la esperanza de hacer llegar a oídos del Ser Único, dueño de la Creación, en qué grado comprenden sus pecadores siervos cómo fueron guiados con mano divina los pasos humanos hasta el presente:

-“Señor, he estado en infinidad de lugares. Donde las criaturas de Tu Creación han caminado yo iba con ellos. Cuando alguno abandonaba yo le recogía, llamé a cada una de sus puertas en los momentos en que caían sumidos en la tribulación, visité todos los hogares y los rincones donde habitan, desde los más ruines e insalubres hasta los más ricos y refinados. Curé sus heridas y enfermedades imponiendo mis manos, les di refugio y esperanza si se encontraban solos o perdidos. Obtuvieron comida de mí cuando Te la pidieron rezando y llené los ríos con Tu lluvia si les amenazaba de muerte la sequía. Les dije que todo cuanto recibían era debido a Tu divinidad y ellos Te nombraron su Dios y su Padre.

Señor, encarnado en su propia apariencia les hablé de Ti, de Tu poder, de Tu gloria. Vi en sus caras el éxtasis de la devoción, se sometían por millares a Tus órdenes, con sólo uno de mis gestos formé legiones de ellos, mataban a los que te odiaban sin pensarlo y morían si era necesario llevando Tu palabra a los que no la querían oír. Elevé monumentos serenos y majestuosos para alabar Tu nombre, donde las criaturas acudían mansas a expresar su amor por Ti con solemnidad y temor de Tu ira.

Señor, cantaban Tu nombre. Destaqué a los mejores para que su boca comunicara Tus deseos, los que no creían eran quemados vivos, las masas pedían perdón por sus pecados implorando Tu misericordia y los Reyes sometieron sus armas a Ti. Goberné sobre todos ellos, puse imágenes de Tu rostro en sus casas, en las calles, en sus lugares de reunión y en todo lo que concerniera a la vida pública. También, la hice esculpir en lo alto de montañas tan inmensas que cubrían de sombra las ciudades y algunos incluso lo tatuaron en su propia piel. Pedí sacrificios y los ofrecieron en Tu honor. Creé el Imperio más grande jamás visto para ponerlo a Tus pies.

Señor, eres el Ser más poderoso que imaginan, habitas en sus pensamientos con total autoridad. Procuran hacer Tu voluntad para no enojarte, vigilan por ellos y por los demás que se cumplan Tus normas. Cuando Tus criaturas están solas se atormentan e infligen tremendas torturas por sus faltas, se mutilan o se matan si encuentran que no son capaces de cumplir Tu voluntad. En las plazas hacen confesiones públicas de las afrentas que Te infligen en privado. Te aman por encima de todas las cosas, por Ti renuncian a su familia y hasta entregan sus propias vidas. Consagran los días de descanso a adorarte, renuncian a todo placer para no conocer otro que no sea el que Tú les das. Mueren esperando Tu bendición.

Señor, eres Todopoderoso en los Cielos, Padre de todos ellos; Tu nombre ha sido santificado, ha venido a ellos Tu reino, se ha hecho Tu voluntad tanto en el cielo como en la tierra. Comen cada día lo que Tú les das. Piden Tú perdón por sus ofensas y no perdonan a los que Te ofenden. No permitas que nadie en Tu reino caiga en la tentación de despertar Tu ira para que se vean libres del mal y hazles llegar Tu gloria.

Amén.”-

A veces, pienso que la finalidad última que se da a las "Escrituras Sagradas" es transgredir los límites de la racionalidad, añadir notoriedad fantasiosa del absurdo con dosis desmesuradas para conseguir efectos estupefacientes, y llamar la atención con toda clase de reclamos primarios en cada una de sus proclamas. Escucharlas, leídas por cenobitas de todo tipo y condición en los púlpitos, es parecido a caminar entre las calles de una feria de la que apenas salen indemnes algunos bufones resabiados en muchas Cortes, mientras que el resto acaba atrapado para siempre dentro, como polillas nocturnas atraídas hacia la luz de las lámparas, flipados por los colores de un único libro, con el que obtienen una visión aterradora de la vida capaz de mantener cabreados a un montón de gente por los siglos de los siglos.

De cualquier modo, no resulta fácil en algunas ocasiones hacer distinciones entre teocracias y Estados laicos. Un país fundado bajo principios no confesionales puede acabar convirtiendo en Dios cualquier cosa y adorarlo con tanto fanatismo como en el Irán de los ayatolás. Si alguien no cree estas palabras y desea comprobar la veracidad de la afirmación, no tiene más que poner en marcha la acción ejecutiva desplegada por la Policía Religiosa que protege las formas ortodoxas de adoración, de debido culto, y de sumisión completa a su propia hipoteca. En la calle donde vive un servidor, de una longitud que apenas supera los trescientos metros, alberga nueve sucursales bancarias diferentes, las he contado, donde poner a prueba las convicciones de cada cual. Por si fuera poco, ocho bares durante el día y tres recintos nocturnos guardan celosamente el respeto, la devoción y el decoro requerido para hacer referencia al club de fútbol local, so pena de sufrir, en caso contrario, una rápida lapidación.

Otras formas de adoración enmascarada se manifiestan al realizar un recorrido atento en cualquier ciudad que pertenezca a las supuestas sociedades civilizadas. El número de templos en los que se puede entrar a rendir culto es tan grande, que no me atrevo a realizar una cuenta de todos ellos por el riesgo de caer yo mismo en la conocida complacencia inquisitorial de rellenar extensos listados. Por todo lo dicho hasta ahora, se comprenderá que quien esto escribe reclame una desaparición urgente de la falacia que nos proclama como “especie evolucionada”, y se reconozca de una vez por todas que, en realidad, somos primitivos aún en nuestro tiempo. Si alguien pretende llevarme la contraria, deberá explicarme, por favor, cómo es posible que existan lugares donde se realizan actividades, entre las muchas que me callo y no menciono de ejemplo, como rezar o poner en forma el cuerpo.

La paz espiritual y la forma física son cosas que se alcanzan en casa, en la cama, desnudo, enamorado y follando. Cualquier otro intento de conseguir objetivos místicos y un estado saludable que no se obtengan de esta manera son pura barbarie, salvo las pajillas mentales, por supuesto, cuya utilidad para llegar a la iluminación está más que reconocida, aunque es cierto que no son ninguna ayuda si lo que se pretende es conseguir un aspecto atlético. Mientras no sea posible canalizar las energías del Ser Humano en una continuada, satisfactoria y sostenible actividad sexual, permaneceremos en las tinieblas del perpetuo cabreo. Lo único a tener en cuenta es que, si alguien está dispuesto a llevar adelante un proyecto que libere a la humanidad de los enfrentamientos de forma duradera y prepare al individuo para la total trascendencia, es muy importante planearlo todo de tal manera que quede contemplado el imperativo por el cual es imprescindible que a uno no se le coman las bestias mientras está ocupado. En caso contrario, lo dicho no tendría ningún valor y habría que volver a leerlo todo desde el principio.

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